sábado, 14 de noviembre de 2009

Desde Venezuela: Americo Gollo Chávez

SINFONIA DE VIAJE
A la mar y su belleza inaccesible

A Héctor imbatible memoria

por Américo Gollo Chávez

Primer movimiento


La muerte solo existe en el olvido, allí vive. Se confunde con la nada absoluta. El olvido es el lugar sin tiempo y sin espacio. Nada puede saberse y menos decir de él algo es posible. La vida, no se si es bueno señalarlo, habita en la memoria. La memoria es la casa de la vida y, quien de allí no sale, nunca muere. Y la memoria es de existencia plena en cuerpo y alma, presente en cada momento del ser en donde habita, sin dejar nada fuera, sin excluir uno solo de sus tiempos ni vacíos pensamientos, y es alimento del alma que se nutre en cada espacio del recuerdo. El habitante de la memoria puede en instantes alejarse de ella, puede esconderse en el silencio, pero son instantes tan solo de donde airoso vuelve más colmado de vidas. Los espacios de la memoria son tantos que imposible resulta enumerarlos. La gratitud limpia sus calles para que no se turbe el pensamiento. La bondad cuida los desvelos de la belleza y la razón vigila al corazón para que no padezca, mientras, el corazón de ella cuida para evitarle la soberbia. No debo alargar esto, así habló sabia, largo es el viaje dijo, pero, se me ocurre identificar la memoria con el mar, donde se junta en la distancia al cielo y de cerca se abraza con la tierra, allí está todo, todo nace de allí o allí renace, pero la vida de la memoria tiene su propia causa, su única causa, el amor, de mejor modo dicho, la vida de la memoria, ha de fuente el amor. El amor es el fuego que a la memoria anima, también es la mano que la moldea para que sea perfecta y en ella no quepan los odios ni licencias, sólo así y de ese modo puede la memoria descubrir la ausencia debajo de las piedras y la mayor montaña no la oculte. Se calló largo rato, y suave silenciosas sus manos, abría y cerraba en armonía sobre sus muslos como si leyera los recuerdos esculpidos en ellos y en ellos tradujera los versos que juntos escribieron. Otro tiempo del viaje con cuidados perfectos repasaba la Ilíada para ir más lejos al encuentro del tiempo en la memoria sin nostalgias.

Segundo movimiento

Yo prestaba oídos por entero a la palabra, incapaz de interrumpir la magia que envolvía su mirada escudriñando cada paso por donde juntos anduvieron ayer y marchan hoy, la carretera sonreía al ser escudriñada por el ojo de la memoria y a cada instante prodigaba un recuerdo. Por aquí pasamos, el sol nos miró sonreído bebiendo el fuego que del amor hicimos. Cautivado en silencio yo admiraba el monólogo, a dos voces entre ellos. Los cactus cautos ignorados semáforos sonrojados invisibles estaban, los cardenales y los chuchubes para no perturbar silenciaron su canto de colores que tiraron al vuelo, lejano marco a la memoria que volaba hacia el éxtasis para el supremo encuentro, de almohada los médanos y los ensueños cama. Testigo fui de aquel sublime juego, ver la vida que brota en cada evocación de cuanto ha sido bello de cuanto ha sido bueno y de cuanto es mejor para llevar de avío para el trayecto. Lo demás era igual, la belleza de cosas, espacios y recuerdos se alimentaban cada vez in crescendo evocando trayectos, recorriendo caminos, acariciando el nombre ubicado entre ella y yo, como ángel de la guarda, sin saber qué decir, solo el respeto inmenso para escuchar los susurros del cielo. Una y otra hoja de la Ilíada pasaba por sus manos contemplando la huella de la grandeza heroica que tan solo los con éxito pueden derrotar, pero que mas honras y glorias da al vencido, que méritos al vencedor de los dioses amado y protegido.

Tercer movimiento

De vuelta por el mismo camino fue distinto el trayecto. Un buen sorbo de vino para el encuentro bello en la memoria. Abierto el día anterior para la consagración según enseñó el Señor servía el vino. Oficié de monaguillo en aquel acto y por eso y por más no pude consagrar y beber en los cálices sublimes de copas paralelas, erguidas, frescas, enhiestas con el orgullo firme del amor primero, grabado en la memoria de los brindis de oraciones y besos. Nada ni nadie había profanado su belleza, estaba allí perfecta como perfecta hechura que a Miguel Ángel de envidia habría encendido. La marcha de regreso andaba más pesada, tan distinta a la ida de ficciones llena, que se quedaron aprehendidas de sequedad contando las espinas de los cactus, recostadas a la bondad sombra del Cují, ser o no ser, se las escuchaba como otros y tantas deshojan margaritas. Ahora, de vuelta como creí haber dicho, colmada mi maleta venía de frustración y envidias, de derrotas finales de vergüenza muerta, tal siente un gran maestro recordando la derrota por un jake mate de las manos salida de un diletante niño. Ella placía, como el verdor que brota en primavera. Su rostro iluminado por destellos de dionisiacos encuentros. Se olía a éxtasis de orgasmos galácticos en su big bang constante que iluminaba el cielo, de sus ojos la luz, el aura que cubría el pensamiento y que de la memoria no pudiesen fugarse los recuerdos y evitar hasta el fin que un intruso se asome. Vi complacido sonreír al sol como ella lo contara ocurrió en otros tiempos. Yo aceleraba el paso impelido o huyendo de la fuerza cósmica que anima el encuentro donde yo estaba solo tan sólo de testigo muerto.



Cuarto Movimiento

Al fin llegamos. Deshice las amarras que aseguraban cosas que se podían volar. Y seguí mi camino empecinado en alcanzar mi propia sombra y hallarla en el espacio sin trayectos ausente de destino, combate desigual que hace saber que el Otro está allí sin ser el enemigo, todos los lugares ocupados por él, el único habitante que su memoria abriga, cuidadosa protege. Sonrío en muecas tristes y evoco la esperanza de encontrar un lugar para el duelo a muerte donde no haya cadáveres, seguro desde antes de asistir al tiempo de mi propia derrota. Cosa de orgullosa dignidad de muerto. Se despidió de mi y mirando a los cielos, casi imperceptible, la oí decir, heme aquí de vuelta y si un instante de mi memoria hiciste viaje, sea tu mirada y auscultarme puedas y encontrarás mi existencia inmaculada. He sorteado los mares, las tormentas, he escuchado sirenas, jerarcas, reyes, príncipes, de todas partes a mis pies se han postrado, y, más y más han visto y oído mis sentidos pero eres tú, el único tan solo que habita en mi memoria.

Finale

Salí, cuidadoso en silencio, era la tarde opaca, húmeda, pesada tanto como una inmensa peña de la tierra al cielo. Debajo de un insomnio me aprendí de memoria el poema final de la Ilíada.


FUENTE: Recibido directamente del Autor

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