sábado, 7 de abril de 2012

GUERRA DE MALVINAS: "Todo fue una gran improvisación”, según el vicecomodoro auditor Eugenio Miari , secretario de Justicia del Gbdor. Menéndez .




Euforia. El apoyo popular al desembarco,

y Galtieri en el éxtasis del balcón.(Telam)



El vicecomodoro auditor Eugenio Miari fue secretario de Justicia del gobernador Menéndez en Malvinas. Debió resolver contratiempos con la población local y firmó como testigo el acta de rendición.

—¿Qué sintió cuando lo convocaron para ir a Malvinas?

—Me dije: esto va a terminar mal. Me enteré ocho días antes y tenía que estudiar derecho inglés en 48 horas. Cuando se habla de improvisación, imagínese todo lo que improvisé.

—¿Por qué?

—No estaba preparado para ser auditor de guerra en campaña en un territorio que culturalmente era británico. Todo fue una gran improvisación.

—¿Qué sintió cuando llegó a Malvinas?

—Me llamó la atención ver en algunas paredes escrito con aerosol en español: “Ingleses hijos de no sé cuanto, las Malvinas son argentinas”. Pregunté si lo habían escrito los infantes de marina que entraron a las islas. “No, está hace tiempo”. Había sido el turismo masivo en la época de López Rega. El gobernador británico había prohibido que se borraran esas inscripciones para que los kelpers no olvidaran cómo era la realidad de los argentinos.

—¿Qué problemas hubo con la población civil?

—Hubo algunos robos o latrocinios de viviendas. Todo lo que usamos en las islas lo pagamos. No despojamos a nadie da nada. Inclusive, los daños que sufrieron a raíz de las operaciones bélicas fueron indemnizados. Más aún, el día de la capitulación había colas de kelpers reclamando resarcimiento que debimos interrumpir por la capitulación.

—¿Qué recuerda del momento previo a la capitulación?

—Muchos días antes ya sabíamos lo que nos esperaba, porque la realidad que se vivía en Malvinas no tenía nada que ver con el clima que existía en la Argentina continental. El enemigo tenía todo y a nosotros ya nos empezaba a faltar casi todo. No había proporción entre un ejército profesional y uno como el nuestro.

—¿Qué siente cuando ve el acta de rendición?

—Todo conflicto deja enseñanzas y las recogieron muchos, menos nosotros, empezando por los ingleses. Durante nuestro cautiverio fui interrogado por oficiales británicos. Me dijeron: “Nos interesa que nos diga con toda franqueza y sin ninguna limitación todas las fallas o defectos que aprecieron en nuestras tropas u operaciones”. Acababan de ganar y querían saber en qué habían estado mal. Ese es el enemigo con el que nos habíamos enfrentado. Se nos había dicho que se mareaban, que no sabían navegar, que eran todos homosexuales, drogadictos y no sé cuántas pavadas más. Si llegaban a ser normales, nos corrían hasta el continente.

—¿Cómo vivió el regreso al continente?

—Tardé un par de semanas en recuperarme espiritualmente y después, de a poco, uno vuelve a la vida normal. Los veteranos somos una especie parientes lejanos de los muertos en combate. Tuvimos el privilegio de formar un club exclusivo que ya no existe más.

—¿Qué hace los 2 de abril?

—Los que formamos parte de ese club nos reunimos. A lo mejor, alguna vez entra a un restaurante y ve a un grupo de hombres mayores sentados en el suelo comiendo con una latita. Va a pensar que están mal de la cabeza. No, somos los que estuvimos presos en el frigorífico en San Carlos, donde comíamos en el suelo con una latita que nos daban los ingleses. A lo mejor, vamos a un restaurante, pedimos atún en latas individuales, lo comemos y, después, nos sentamos a la mesa. Lo que sí, cada año encontramos que hay más asientos vacíos y que la Argentina no ha aprovechado las enseñanzas de la guerra.

¿Dónde están los documentos de la guerra?

Investigar la Guerra de Malvinas en la Argentina con fuentes documentales directas es una odisea: gran parte de los documentos originales que se emitieron durante el conflicto han desaparecido o jamás llegaron a los organismos correspondientes. En muchos casos, los tienen sus protagonistas directos o particulares que los recibieron como regalos.

La capitulación oficial. El acta de capitulación no está en manos del Estado. Luego de que el general Mario Benjamín Menéndez y su par inglés Jeremy Moore la firmaran, el 14 de junio de 1982, cada uno se llevó un ejemplar original. Oficialmente, la argentina está extraviada. Tanto la Secretaría General del Ejército, como el Archivo General, el Museo y el Servicio Histórico afirman que “la única copia que hay es la que aparece en el Informe Oficial del Ejército Argentino sobre el conflicto Malvinas”. Sin embargo, el acta no está perdida: la tiene en su casa el brigadier general (R) Ernesto Horacio Crespo, quien fuera comandante de la Fuerza Aérea Sur durante el conflicto.

El documento se lo dio José Ignacio Garona, quien fuera abogado de Menéndez. “Fui a hacer una declaración a los juzgados de Comodoro Py y salió el tema Malvinas. Garona, que me conoce mucho, me dijo: “Tengo el acta, le hago una copia”. Un día que iba a Rentas, subí a su oficina, tomamos un café y me la dio. Cuando iba en el taxi me dio curiosidad, la abrí y me quedé asombrado porque me había entregado el original”, afirma Crespo.

Garona elude las precisiones. “No le puedo confirmar ni negar nada. No sé quién tiene el original. Le puedo dar una copia que debe ser igual a la que tiene Crespo”, señaló. Sin embargo, nunca concretó su oferta a pesar de los constantes llamados. El acta llegó a manos de Garona cuando encaró la defensa de Menéndez. “Entre las cosas que me dio para hacer la defensa, venía una copia”, destaca. El ex gobernador fue quien trajo el original al continente y afirma haber entregado todos los documentos a su abogado para que lo defendiera y nunca se los reclamó. En el ejemplar que tiene Crespo se puede ver la tinta azul de las diferentes firmas, por lo que difícilmente sea una copia. Tiene un sello del Estado Mayor General del Ejército, sin número de foja, y otro que señala su carácter de secreto. Esto implica que luego de Malvinas estuvo en poder de la Fuerza. Pero si se observa la que figura en el Informe Oficial, se puede notar que tiene un número de foja escrito con lapicera: el 1, así que podría tratarse de una copia. Se desconoce cómo salió del archivo en el que estaba o si Menéndez se quedó directamente con el original. Este ejemplar debería estar en algún archivo o museo público. Crespo se comprometió a donarlo, aunque no dijo cuándo. “Se la voy a dar al museo de la Fuerza Aérea”, afirma.

Los actos de gobierno. Durante sus dos meses y medio de gobierno, Menéndez firmó 13 decretos. El primero tiene fecha 20 de abril, y el último es del 2 de junio. La primera medida designó al capitán Carlos Coronel jefe de Policía. Seis días más tarde estableció que Líneas Aéreas del Estado (LADE) se hiciera cargo del transporte aéreo local, que estaba en manos de Falkland Islands Government Air Service (FIGAS). Al día siguiente del primer ataque inglés, Menéndez creó el Cementerio Militar para sepultar a las primeras víctimas y nombró médicos al frente de los servicios de los hospitales locales. Las dos medidas siguientes crearon las secretarías que acompañarían su gobierno y quiénes las ocuparían. Otros cuatro decretos reglamentaron el pago de indemnizaciones a pobladores por los daños producidos por las tropas argentinas y crearon el Registro Civil.

Las últimas tres medidas de Menéndez reflejan el lado oscuro de la presencia argentina en las islas. La primera sentenció a dos soldados a un año y a seis meses de prisión, respectivamente, por robar una vivienda. La segunda condenó a un subteniente a “un año de prisión con la accesoria de destitución” por delitos comunes. Finalmente, la última absolvió a un soldado acusado de “homicidio culposo”, aunque no detalla quién fue la víctima. Ninguno de estos decretos está en un archivo público o museo, ya que los originales los tiene el secretario de Justicia de la administración Menéndez, el brigadier auditor Eugenio Miari. “Todas las copias que durante el conflicto remitían a organismos del Estado desaparecían en el camino”, afirma. Por eso es renuente a donar los originales, aunque sabe que deberían estar en el Estado. “Alguna vez me ocuparé. Pero no quisiera que me pase como al reloj del general Belgrano”, concluye.

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